Revista Nro. 32

Índice:

El Constructor

El miedo

Intolerancia

El eco y la vida

Ecología vivencial

Osho - Fragmentos


El constructor

Se cuenta que, en una oportunidad, dos hermanos que vivían en fincas vecinas, separadas solamente por un pequeño arroyo, entraron en conflicto.

 

Fue la primera gran desavenencia en toda una vida trabajando lado a lado, repartiendo las herramientas y cuidando uno del otro.

 

Durante muchos años recorrieron un camino estrecho y muy largo que acompañaba la orilla del arroyo para, al final de cada día, poder cruzarlo y disfrutar la compañía del otro. A pesar del cansancio, hacían la caminata con placer, pues se amaban.

 

Pero ahora todo había cambiado. Lo que había empezado con un pequeño mal entendido finalmente explotó en un intercambio de palabras ásperas, seguidas por semanas de total silencio.

 

Una determinada mañana, el hermano mayor oyó que golpeaban a su puerta.

 

Al abrir se deparó ante un hombre que llevaba una caja de herramientas de carpintero en la mano.

 

Estoy buscando trabajo, le dijo. Quizá usted tenga algo para hacer, por pequeño que sea.

 

-¡Sí! le dijo el campesino, claro que tengo trabajo para ti. Ves aquellos campos más allá del arroyo. Son de mi vecino. En realidad, mi hermano menor.

 

¡Nos peleamos y no puedo soportarlo más!

 

- ¿Ves aquella pila de madera cerca del granero? Quiero que construyas una cerca bien alta a lo largo del arroyo para que no tenga que verlo más.

 

- Creo que entiendo la situación, dijo el carpintero. Muéstreme donde está la pala, el martillo y los clavos que con seguridad haré un trabajo que lo dejará satisfecho..

 

Como necesitaba ir hasta el pueblo cercano, el hermano mayor mostró al carpintero donde estaba el material y se marchó.

 

El hombre trabajó arduamente durante todo el día, midiendo, cortando y martillando. Ya anochecía cuando terminó su obra.

 

El campesino regresó de su viaje y sus ojos no podían creer lo que estaba viendo. ¡No había ninguna cerca!

 

En vez de la cerca había un puente que unía las dos orillas del arroyo.

 

Era realmente un hermoso trabajo, pero el campesino se enfureció y le dijo: tú eres muy atrevido construyendo ese puente después de todo lo que te conté.

 

Sin embargo, las sorpresas no habían terminado aún. Al mirar otra vez hacia el puente, vio al hermano aproximándose de la otra orilla, corriendo con los brazos abiertos.

 

Por un instante permaneció inmóvil. Pero, de repente, en un único impulso, corrió hacia su hermano y se abrazaron llorando en el medio del puente.

 

El carpintero estaba marchándose con su caja de herramientas cuando el hermano que lo contrató le pidió emocionado: "¡Espera! Quédate con nosotros algunos días más".

 

Pero el carpintero le contestó: "me gustaría mucho quedarme, pero, lamentablemente, tengo muchos otros puentes para construir."

 

¿Y tu, necesitas de un carpintero, o eres capaz de construir tu propio puente para aproximarte a las personas con las que ha roto el contacto? Piensa en eso!

 

Las personas que están a tu lado, no están allí al azar. Hay una razón muy especial para que ellas hagan parte de su círculo de relaciones.

 

Por eso, no busques aislarse construyendo cercas que separan y hacen la desdicha de los seres.

 

Construye puentes y trata de caminar en la misma dirección de los que, por ventura, estén distanciados de usted.

 

Y si el puente de la relación está un poco frágil, u oscilando a causa de los vientos de la discordia, fortalécelo con los lazos del entendimiento y de la verdadera amistad.

 

Actuando de esta forma, suplirás tus carencias afectivas y encontraras la paz íntima que tanto deseas.

 

C.E.

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El miedo

Vamos rápido, muy rápido. Nos sucede una cosa detrás de otra. ¿Acaso profundizamos un poco más para ver en que dirección va nuestra vida? Tenemos más paz o armonía o por el contrario sentimos cada vez más angustia o frustración?.


La paz interna no es el resultado de lo que hacemos ni tampoco del éxito que tengamos sino de la motivación detrás de lo que hacemos.


Si queremos más paz, si realmente la queremos, tendremos que meternos a escudriñar en los cajones olvidados de nuestro interior para descubrir que nos lleva a actuar como lo hacemos. Es un viaje que nos interesa poco ya que parece siempre más atractivo o tal vez más fácil culpar a otros por como nos sentimos y así dejar de responsabilizarnos de nuestros actos.


Lo creamos o no hay una emoción fundamental que nos motiva: EL MIEDO. El está detrás del deseo inagotable que tenemos de reconocimiento y de aceptación, de la sed de control y de poder que experimentamos y de la necesidad imperiosa de sentirnos seguros. Todos estos deseos están detrás de casi cada acto de nuestras vidas imposibilitando el ser realmente felices.

¿Cuánto de lo que realizamos o decimos es para que nos alaben o nos admiren? Cuánto afán en sostener una imagen ante otros! Cuanta angustia padecemos si las cosas no son exactamente como queremos! Cuánta desazón si la vida nos arrebata a alguien o algo que necesitábamos para sentirnos seguros! Cuánto maltrato soportamos! !Cuánto nos castigamos! ¿Y creemos que somos libres? No lo somos!!!.


El miedo empaña cada una de nuestras reacciones: Si no nos alaban nos frustramos, si no controlamos nos deshacemos, si la vida nos priva de aquello de lo que dependíamos sucumbimos. Nos dejamos pisotear por temor a que nos dejen y tengamos que enfrentarnos a nosotros mismos. Nos laceramos constantemente porque no toleramos la inseguridad de aceptarnos tal cual somos y de responsabilizarnos por nuestras actitudes. Si realmente nos diéramos cuenta cuan sumergidos estamos en este estado terrorífico haríamos todo lo que estuviera en nuestras manos para salir de él.


La verdadera felicidad, la que perdura y no se esfuma en un instante, no tiene nada que ver con lo externo sino con una actitud interna basada en la confianza, en el convencimiento de que todo funciona para nuestro bien sabiendo que no es necesario controlarlo todo para poder ser felices. La paz interna está basada en la certeza de que no necesitamos la aprobación del otro ni el éxito mundano si no lo tenemos para estar bien con nosotros mismos. Nuestras necesidades de poder y de reconocimiento son un espejismo que jamás podrán darnos la plenitud.

Caemos en el error de pensar que solo si somos perfectos, si nos creemos completamente seguros de todo, si los demás nos reconocen y nos buscan o nos necesitan entonces podemos estar satisfechos, ¿hasta cuando nos daremos cuenta de que este tipo de satisfacción es una ilusión?.


En el deseo de ocultar nuestro miedo se nos va la vida entera. Vayamos lento, más lento para poder reconocerlo y si en verdad queremos paz interna, tendremos que enfrentarlo cara a cara y sin defensas. Al sacarlo a la luz y comprenderlo mejor, perderá su poder sobre nosotros reflejándose ello en nuestras actitudes hacia la vida y hacia los demás.

 

Jocelyn Arellano

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Intolerancia

La mayor riqueza existente en este planeta está en la pluralidad, en la inmensa variedad de vida, de tendencias, de creencias, de opiniones, de valores, de gustos, etc.

 

Esa pluralidad nos enriquece a todos y también debería de unirnos en el intercambio, en la búsqueda, en la expresión.

 

Pero no es así. Desde siempre, el ser humano rechaza todo aquello que cree atenta contra lo suyo, porque lo considera un peligro, sin comprender que tan sólo es un complemento.


Los pueblos, las razas, los individuos, incluso, poseen sus propias características, sus cualidades, sus tendencias y su cultura con las que construyen su identidad, pero muchas veces esto es sólo motivo de confrontación, de
conflicto, de guerra.

 

La intolerancia está tan arraigada en nuestra sociedad que muy pocas cosas se escapan a ella, porque todo está impregnado de esa pluralidad y quien no acepta la pluralidad siempre encuentra razones y argumentos para desatar su ira verbal o física y atacar aquello que no comprende o que, simplemente, o está dispuesto a tolerar.

Se juzga con tanta frivolidad lo que no se entiende o lo que se cataloga como «malo» para la sociedad, que se está olvidando la enseñanza de la historia, que nos muestra como lo aparentemente «malo» luego es bueno, y lo que fue ensalzado como bueno luego se cayó

del pedestal.

Existe una estrecha franja, marcada por los moralistas, o por los que se creen sabios y doctos, o por los responsables temporales de dictar las leyes, que marca el espacio por el que todos nos debemos mover. Pero como la pluralidad es parte de la creación y en ella precisamente radica el mayor secreto de esta humanidad, pues resulta imposible navegar entre los límites de esa franja sin salirse de ella, lo que ocasiona una permanente vulneración de las leyes, sobre todo porque estas son rígidas, inflexibles, y la humanidad es como el agua, resulta imposible evitar que se escape por cualquier grieta.

Establecemos lo que es moralmente bueno y pretendemos que todo el mundo lo siga, pero no se nos ocurre pensar que para establecerlo no hemos contado con todo el mundo.

 

La mente humana funciona como el programa de un ordenador, sólo computa lo que está contenido en el programa, olvidándose de pensar, y pensar en ir más allá, explorar lo inexplorado y admitir como posible lo imposible.

El hombre es intolerante por nacimiento, por educación, por principios adquiridos y también por borrego, porque admite que se le programe y que se le dirija, anulando su capacidad de volar, de soñar, de ver más allá, más lejos, más en la pluralidad que le rodea.


Se alimenta constantemente el orden establecido como única posibilidad de existencia, cuando la realidad es que dicho orden sólo es útil temporalmente, luego se convierte en un freno para la

evolución.


Estamos juntos porque nos necesitamos para evolucionar, porque en la mezcla de genes, de culturas, de ideas, de sueños, la humanidad avanzará hacia estados superiores de conciencia y de vida. Pero estamos juntos y no aceptamos la pluralidad, no nos gusta el de al lado porque es diferente, porque piensa diferente, porque viste diferente.

Sutilmente o por la fuerza le exigimos que sea igual, que no destaque, que no nos obligue a aceptar su diferencia.

En realidad la causa radica en poseer una mente plana que no puede comprender la dimensionalidad de la vida, de la pluralidad. Luego, la reacción más o menos agresiva es tan sólo un producto del miedo, del miedo a perder lo de uno, a dejarse contagiar, a que la «verdad» del de al lado sea más «verdad» que la tuya.

 

Buscamos la solución y la tenemos delante de las narices, en el que está a tu lado, en el que vive en otra región, en otra nación, en otra piel o en otra religión o filosofía.


Buscamos la paz, interna y externa, y matamos a la paloma porque no nos gusta el color de sus plumas.

Cuando enterremos la intolerancia descubriremos que lo teníamos todo, sólo que no lo veíamos.

 

Miguel Coppa

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Ecología vivencial

«Muchos de nuestros desgarramientos más desoladores provienen del desconocimiento de que todo en el Universo es energía y fusión constantes, en una danza de integración y desintegración inconmensurables.


Muchos viven su existencia como una cárcel, otros como un combate de conquista otros como un tedio inexplicable, algunos como una carencia injusta, una promesa incumplida o un torbellino incomprensible. No conseguimos ni entablar por consiguiente una relación amistosa con quien somos. La infelicidad de nuestra especie surge de tal tremendo desencuentro...


Cada uno de nosotros alberga un sol e infinidad de galaxias. En general, la denominada educación no nos revela tal universo potencial, sino que- a la inversa- lo niega ocultándolo. De este modo perdemos el acceso a un itinerario de enorme potencial revelador y quedamos a la deriva en un mundo de ficciones y simulaciones.


Desde mediados del siglo XX, muy sutilmente, viene revelándose en más y más individuos una percepción integradora de los fenómenos vitales, fuera de las categorías dictadas por las ideologías, las etnias y las propiedades... la impresión es que recién en las vecindades del año 2000 va a generarse una Síntesis Reveladora.


Cada uno de nosotros contiene una travesía única que comienza antes de nuestro nacimiento físico, al consumarse la cita entre el óvulo y el espermatozoide que nuestros padres materializaron sin tener control alguno sobre los ceremoniales de sus glándulas, sabias caminantes de la genética.

 

Podemos elegir itinerarios pero antes debemos hacer las paces con otra certeza ineludible: algún día nuestra forma se desvanecerá en la espiral de los tiempos.

El ser humano en sí, dominado por los preconceptos materialistas de la Revolución Industrial, ha moldeado la mayoría de sus metas sacrificando la dimensión espiritual...


E. Haeckel expresó una ley biogenética: Todo lo que ha vivido nuestra especie, lo ha vivido cada uno de nosotros. No soy apenas la síntesis de la experiencia planetaria de los humanos, sino también la de los simios y los dinosaurios, los anfibios y los mamíferos, los cometas y los aerolitos, los agujeros negros y los soles. Somos irremediablemente libres. Incomparablemente eternos. Absolutamente insignificantes.


B.Bettelheim ("El corazón bien informado") decía: "para soportar y contrarrestar el impacto negativo de la sociedad de masas, el hombre debe reflejar su personalidad... Para lograr el cambio, el corazón y la razón no pueden permanecer más tiempo separados. El trabajo, el arte, la familia, la sociedad, ya no pueden permanecer aislados. El corazón audaz debe invadir con su existencia cálida la razón, pero la razón debe aceptar el amor y el pulso de la vida".

 

Hemos sido moldeados por una cultura utilitarista para funcionar en compartimientos, tanto individual como socialmente, lo cual impide el crecimiento genuino de nuestro ser y nos confina en el cumplimiento de funciones al servicio de un Aparato antinatural y suicida. La auténtica cooperación ha sido reemplazada por un devorador ritual de actividades negadoras de la vida, enemigas de la evolución, asesinas del crecimiento humano hacia una plenitud ilimitada. En nombre del progreso material se ha sacrificado el don de crecer y se ha bloqueado la capacidad de conectarse con la energía primordial en estado nativo. Energía que es el umbral del Universo y el puente que permite ir hacia una existencia cooperativa con la Creación. El materialismo desaforado ha tratado de extirpar en el hombre la metafísica y lo sobrenatural, no sólo porque es imposible convertirlos en mercaderías de supermercado, sino porque involucran un potencial de liberación más intenso que la suma de todas las ideologías omnipotentes

de nuestro siglo".

Alinearse con las energías universales, situarse en sincronía con ellas e ingresar a una dinámica de co-creación entre el cosmos "interior" y el espacio "exterior "( que son uno solo) equivale a una epopeya de crecimiento capaz de poner fin a rudimentarias rutinas que únicamente garantizan miseria y guerra recurrentes. De allí surge el auge de la conciencia holística unificadora."


Miguel Grinberg (Fragmentos escogidos)

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El eco y la vida

 

Un niño y su padre, estaban caminando en las montañas.

De repente, el hijo se cae, se lastima y grita:

- Aaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhh!

 

Para su sorpresa oye una voz repitiendo en algún lugar de la montaña:

- Aaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhh!

Con curiosidad el niño grita:

- ¿Quién está ahí?.

Recibe una respuesta:

- ¿Quién está ahí?.

Enojado con la respuesta, el niño grita:

- Cobarde.

Y recibe de respuesta:

- Cobarde.

El niño mira a su padre y le pregunta:

- ¿Que sucede?

El padre, sonríe y le dice:

- Hijo mío, presta atención.

Y entonces el padre grita a la montaña:

- Te admiro.

Y la voz responde:

- Te admiro.

De nuevo, el hombre grita:

- Eres un campeón.

Y la voz le responde:

- Eres un campeón.

 

El niño estaba asombrado, pero no entendía. Luego, el padre le explica:

- La gente lo llama eco, pero en realidad es la vida. Te devuelve todo lo que dices o haces. Nuestra vida es simplemente un reflejo de nuestras acciones.

 

Si deseas más amor en el mundo, crea más amor a tu alrededor. Si deseas felicidad, da felicidad a los que te rodean.

 

Si quieres una sonrisa en el alma, da una sonrisa al alma de los que conoces. Esta relación se aplica a todos los aspectos de la vida. La vida te dará de regreso, exactamente aquello que tu le has dado. Tu vida no es una coincidencia, es un reflejo de ti.

 

Alguien dijo:

Si no te gusta lo que recibes da vuelta, revisa muy bien lo que estás dando...

 

C.E.

 

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Osho - Fragmentos

El Gran Camino no es difícil para aquellos que no tienen preferencias. Cuando ambos, amor y odio, están ausentes todo se vuelve claro y diáfano. Sin embargo, haz la más mínima distinción, y el cielo y la tierra se distancian infinitamente. Si quieres ver la verdad, no mantengas ninguna opinión a favor o en contra. La lucha entre lo que a uno le gusta y lo que le disgusta es la enfermedad de la mente.

 

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Cuando no se entiende el significado profundo de las cosas, se perturba en vano la paz esencial de la mente.

 

El Camino es perfecto, como el espacio infinito donde nada falta y nada sobra. De hecho, es debido a nuestra elección de aceptar o rechazar que no vemos la verdadera naturaleza de las cosas. No vivas en los enredos de las cosas externas ni en los sentimientos internos de vacío. Manténte sereno, sin hacer esfuerzos, en la unidad de las cosas, y tales falsos conceptos desaparecerán por sí solos. Cuando tratas de parar la actividad para alcanzar la pasividad, el propio esfuerzo te llena de actividad. Mientras estés en un extremo o en el otro, nunca conocerás la Unidad.

 

Aquellos que no viven en el Camino único fracasan en ambas: actividad y pasividad, afirmación y negación.

 

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Un verdadero Maestro siempre parecerá un enemigo: este es el criterio para saber si es verdadero o no. Un Maestro falso te ayudará siempre a soñar; nunca perturbará tus sueños, sino que, por el contrario, te consolará, te dará tranquilizantes. Te consolará, te aliviará. Sus enseñanzas serán como una hermosa canción de cuna. Te cantará para que puedas dormir bien, eso es todo.

Pero un verdadero Maestro es peligroso. Acercarse a él es un peligro. Te acercas bajo tu propio riesgo, porque no te puede permitir soñar, no te puede ayudar a soñar, porque entonces se pierde todo el propósito.

 

El destruirá. Y los sueños están muy cerca del corazón. Crees que tus sueños son tu corazón, y cuando destruyen los sueños sientes que te están destruyendo a ti. Es como si alguien te estuviera matando. Los hindúes se han dado cuenta de esto, por eso dicen que un verdadero Maestro es como la muerte. Cuando te acercas a un Maestro, vas hacia la muerte. Tendrás que morir porque, a no ser que mueras, no podrás renacer.

 

Cuando se rompen los sueños, la verdad llega a la existencia, la verdad se manifiesta.

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