Revista Nro. 15

Índice:

El elefante del circo

Tú eres

Enseñanzas de Kung Fu

Ojalá

El ángel roto

La carga del desocupado

Riesgo de Libertad


El elefante del circo

Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales.

También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de peso, tamaño y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.

Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de tajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.

El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye?

Cuando tenía cinco o seis años, pregunté a algún maestro, a mi padre o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.

Hice entonces la pregunta obvia: Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.

Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: «El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño».

Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca.

Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvía a probar, y también al otro y al que seguía...hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso no escapa porque CREE QUE NO PUEDE.

El tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que se siente poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás... Jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...

Cada uno de nosotros somos un poco como ese elefante: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos creyendo que un montón de cosas «no podemos hacer» simplemente porque alguna vez probamos y no pudimos. Grabamos en nuestro recuerdo «no puedo... no puedo y nunca podré», perdiendo una de las mayores bendiciones con que puede contar un ser humano: la fe.

La única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento TODO NUESTRO CORAZON y todo nuestro esfuerzo como si todo dependiera de nosotros, pero al mismo tiempo, confiando totalmente en Dios como si todo dependiera de él.a (C.E. 12-10-99)

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Tú eres

Tú eres la paz y la tranquilidad,

la esperanza y el amor.

 

Tú eres el ángel de la guarda,

que me protege de los miedos.

 

Tú eres un pájaro que canta todos los días,

y me ayuda a seguir adelante.

 

También eres la vida y la flor,

que siempre queda en mi corazón.

 

Tú eres el cielo que trae lo mejor,

me haces volar

y me haces pasar las puertas del bien

y la luz de mi corazón.

 

Lucía Celeste - 9 años

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Enseñanzas de Kung Fu

Kung Fu: Maestro, ¿debemos buscar la victoria en la contienda?

 

Maestro: Es mejor que no haya contienda.

 

Kung Fu: ¿No queremos entonces derrotar?

 

Maestro: Sabemos bien que si no hay contienda, no hay ni derrota ni victoria. El dócil sauce no lucha contra la tormenta y aún perdura.

_____________

 

Kung Fu: Maestro, nuestro cuerpo es presa de muchas necesidades; hambre, sed, necesidad de amor.

 

Maestro: Durante su vida un hombre conoce múltiples placeres, la sonrisa de una madre en las horas de vigilia, el contacto íntimo con una mujer y la sonrisa de los nietos en el crepúsculo de la vida. Negar eso en nosotros mismos, es negar aquello que nos hace uno con la naturaleza.

 

Kung Fu: ¿Entonces debemos satisfacer esas necesidades?

Maestro: Tan solo hay que admitirlas, la satisfacción llegará luego. Ocultar la verdad es darle fuerza hasta que se vuelve insoportable.

_____________

 

Maestro (no vidente): ¿Qué haces ahí sentado, saltamontes? ¿En qué estás pensando?

 

Kung Fu: Mi padre y mi madre se han ido, me quedé solo...

 

Maestro: ¿Has oído la bandada de aves sobre tu cabeza? ¿Escuchas al pez, al escarabajo? En este lugar tan concurrido te sientes solo, ¿quién de nosotros está más ciego?

____________

 

Kung Fu: Maestro, ¿qué cosas son eternas?

 

Maestro: El sol es eterno, la luna es eterna, la vida es eterna...

Kung Fu: Sin embargo ya terminó la vida de este joven, era más joven que yo. No dejó hijas que lo lloraran ni hijos que esparcieran su simiente.

 

Maestro: Se dice que la hoja venera al árbol, pero cuando cae una hoja, el árbol se estremece.

 

Kung Fu: Me hablas del pasado...

 

Maestro: El presente se arraiga en el pasado. A través de nuestras raíces, nos alimentamos y nos fortalecemos.

_____________

 

Está escrito: "Saca el barro del interior de la vasija, pues es el espacio interior el que le da valor". Haz puertas y ventanas a la casa, pues son esas aberturas las que le llevan la luz. Ponle rayos a la rueda, pues es ese espacio lo que las hace útiles. Por lo tanto se el espacio en el centro, se nada, y tu lo tendrás todo, para darle a otros..."

 

                                                                                                                 continuará...

                                                                                                      elaborado por M.Marión

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Ojalá

Ojalá cuando la muerte me alcance

haya podido comprender,

ojalá cuando abandone esta materia

haya crecido...

Ojalá el registro de estos años vividos

no muera conmigo,

y ojalá que en el nuevo despertar

haya crecido mi Ser Divino...

Ojalá que el brillo de tus ojos

se conjugue en sueños

con el brillo de tu alma...

que tu comprender crezca de nuevo

en la esperanza...

y desde allá arriba pueda verte...

fuerte... y sana...

Ojalá que mi grito,

no muera en el vacío,

ojalá mi necedad, al crecer mi comprensión...

muera conmigo...

Y ojalá que en el albor de mi nueva vida

estés presente, alumbrando mi dicha

ojalá mi incomprensión se desvanezca

tal como mi oscura noche, al alba fue desvanecida...

Ojalá cuando la muerte me alcance

mi meta esté cumplida,

y haya transmitido armonía y vida

a las vidas que detrás de mí...

intentarán un mundo mejor...

                                                                  M. Marión

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El ángel roto

"Cuentan que una tarde, una niña y su madre, paseaban cerca de un antiguo puesto, precisamente aquel lugar al que todos conocían como:

"La casa de los ángeles".

 

Su madre no pudo resistir llegarse hasta allí, y en ese momento, mirando esa vidriera repleta de ángeles blancos, idénticos, la niña dijo:

 

- Quiero ese mami, ése, el que tiene las alas hacia atrás..., el que está apoyado en las manitos...

 

Su madre difícilmente podía identificar el ángel que su hija le pedía, ya que en apariencia eran idénticos, así que lo mejor fue entrar y que la niña tomara el ángel, aquel que sólo ella había visto diferente...

 

Lo llevaron a su casa, la niña lo pintó, y le iba regalando en cada pincelada de cariño un color y un instante de su vida pequeñita...

 

Día a día lo miraba con encanto, lo abrazaba... y hasta a veces, en su dulce ignorancia también le rezaba. Hasta que un día, cuando la pequeña tomó el ángel de la mesa de luz, éste cayó entre sus manitos, que ciertamente, todavía eran muy débiles para sostener aquella frágil pieza...

Su madre, la miró dulcemente, mientras que la niña rompió a lloran sin consuelo...

 

- Compraremos otro igual, agregó su mamá tristemente...

 

Y la niña repetía:

 

- Era nuestro ángel mami...

 

En realidad, estaba en lo cierto. Cuando lo compraron, sólo era una pieza de yeso, inanimada y fría..., ella apenas con sus cortos añitos le había dado todo lo que ella sabía y podía hacer..., gracias a ella, el ángel había conocido los colores, una oración, un abrazo... y el abrigo de un corazoncito que no pedía nada...

 

¿Quién le hacía entender a ella, que todo el amor que había dado, no se hubiera ido, detrás del ángel roto?...

Como todos sabemos, algunas bolsas de residuos, se abren en la noche, y la carita de un ángel, rodó sin querer hasta una puerta...

 

A la mañana siguiente, al salir de su casa, la niña la reconoció, y con prisa, casi a escondidas, guardó en un bolsillo de su delantal de jardín, la carita de su ángel roto...

Su madre fingió no verla, y sonrió en silencio.

 

Tal vez nunca había imaginado que una simple pieza sin vida, hubiera cobrado tanto valor para su niña..., tanto, que aún en pedacitos, ella quisiera conservarla...

 

Entonces..., ellas se detuvieron un momento en la vereda, su madre la abrazó con cierto desaliento... y le preguntó:

 

- ¿Quieres que te compre un ángel?

 

Y mientras el sol acariciaba el mediodía de sus ojos suaves, color caramelo... la niña respondió:

 

- No, mami..., no te conté que nuestro ángel volvió...?"

 

 

Mónica Adriana Brión

 

"Cuando guardamos, aunque sea una pequeña porción de aquello que hemos amado... a veces, guardamos casi todo..."

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La carga del desocupado

Formamos parte de una gran maquinaria que parecería generar dinero sólo para unos pocos, observamos esta realidad con temor a que un día recibamos la noticia que nos quite la seguridad de este yugo cotidiano, que para muchos representa nada más ni nada menos que el precio del pan para alimentar a su familia. Parecería que el actual esquema social, indica que si no hay trabajo, los que se quedan afuera deben recurrir a ciertas herramientas de orden interno, como la creatividad o la iniciativa personal para remontar el problema.

 

No obstante es bueno saber que existen grupos de psicólogos y trabajadores que han formado espacios de contención para intentar que la pérdida del trabajo no signifique también la pérdida de la condición de persona humana.

 

Freud aseguraba que las dos funciones sobre las que el ser organiza su realidad son: el amar y el trabajar. En éste último aspecto, el hombre organiza la realidad con los otros, con la comunidad, configurando así el "yo social". Por eso que cuando se pierde el trabajo se pierde algo más que un sueldo, se pierde una parte de la identidad que es la vinculada con nuestros roles sociales. En su familia por ejemplo, el individuo sentirá que pierde autoridad por dejar de traer dinero, se frustra y potencia la depresión que cientos de personas como él generan al salir a buscar empleo, se siente inútil e impotente.

 

En otros casos se observa un sentimiento de vergüenza, o sea, a raíz de una situación que proviene de lo social, la persona se culpa a sí misma, supone que "algo debo haber hecho para no tener trabajo". El problema fundamental es que no logra discriminar entre el ser humano que es, con sus valores y capacidades y el trabajo perdido y entonces las expresiones tales como "yo no sirvo para nada" o "el mundo no me necesita" se tornan cruelmente reales para quien debe transitar ese duro trance.

 

Otra circunstancia la presenta el hombre que reacciona agresivamente culpando de su falta de trabajo a los bolivianos, los judíos o extranjeros, como un modo de justificar de alguna forma el hecho de que su problema radica afuera de él mismo.

 

Lo cierto es que sea cual fuere la forma en que se reacciona, la situación de no tener trabajo es como un reto a la autoestima de la persona y genera sentimientos muy diversos. Se nota que pierde el sentido de pertenencia y de identidad, pasando a ser un desaparecido social, y por eso hay gente que se juega la vida en aras de mantener el trabajo, como fue el caso de la fábrica militar de Río III. Este es un tema importante para observar: el miedo a perder el trabajo. Dicen que aquel que sabe que va a ser despedido a veces hasta renuncia antes, porque la espera se hace insoportable.

 

El desocupado es un desafiliado, porque pierde el lugar en la sociedad, el problema es como se van estereotipando los roles y sus adjudicaciones y cómo la persona los va tomando. Si el rol se rigidiza, la persona se muere dentro del rol como en un féretro, entonces aparecen esos casos en los cuales los padres no pueden superar que sus hijos pasen a ser quienes proveen a las necesidades del hogar, constituyendo un difícil cambio.

 

Es evidente que el problema de la desocupación lleva a la psique humana al límite de su flexibilidad, nos cuesta amoldarnos a los cambios o amoldar el entorno al cambio que se produce en nosotros. Y ahí es donde se produce la fractura, el conflicto, entonces tenemos mujeres sobre exigidas, hombres avergonzados, falta de estima.

 

El desocupado es un rengo mental, está rengo en su configuración de identidad. En esa situación los lazos de solidaridad ayudan a sostener a la persona en esa situación de cambio, pero será necesario que su propia autoestima se refuerce emocionalmente al tiempo que se abre paso a la creatividad. El individuo debe sentir que es una persona digna.

 

Esto le va a permitir darse cuenta de que si bien existe una ruptura, esta es una posibilidad de cambiar y quizás la mejor ocasión para alcanzar los sueños de ocuparse de aquellas cosas que realmente le gusta realizar, convirtiéndose en verdaderas oportunidades de crecimiento.

 

En este punto, debería surgir una profunda reflexión sobre nuestra vocación, no sería la primera vez que alguien empujado por la falta de trabajo se activa y potencia aquellos aspectos de su ser que por el efecto de la rutina mantenía dormidos. Recordemos que la vocación es aquello que somos en el contexto de la comunidad que nos rodea y descubrirla le depara al hombre un camino pleno de realización.

 

Algunas prácticas vinculadas al arte, como la plástica en sus variadas formas y la música o bien actividades como la meditación, son realmente positivas para llevar al plano conciente las causas de las desarmonías generadas, o bien, la reorientación de la atención hacia lo que verdaderamente necesita el individuo, esa tarea única y particular que sólo cada persona puede realizar. Este proceso a su vez, le permitirá ir aligerando sus cargas, arrojando todas las preocupaciones.

 

Esta acción de despojo y renuncia, es mucho más que un acto de confianza en la intuición, es el sacrificio conciente y necesario para romper con viejas estructuras de pensamiento y abrir la mente para posibilitar un crecimiento que sea una auténtica expresión de nuestro ser.

 

Como observamos, el resultado final será ir

alcanzando una maduración espiritual, que permitirá a la persona ser un verdadero faro de luz para sus semejantes, convirtiéndose en un instrumento sanador en sí mismo, al darse cuenta de que en definitiva el

trabajo, es él mismo.                                                                                                             

                                                                                                             Luis Ramos

                                                                             lramos_42@latinmail.com

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Riesgo de libertad

Reír , es correr el riesgo de parecer tonto.

Llorar, es arriesgarse a parecer sentimental.

Acercarse al otro, es arriesgarse a comprometerse.

Mostrar emoción es arriesgar a que te conozcan.

Someter a la gente a tus ideas y sueños, es ponerlos en riesgo.

Amar, es correr el riesgo de no ser comprendido.

Vivir, es arriesgarse a morir.

En toda esperanza hay riesgo del desespero.

En todo intento, el riesgo de fracasar.

Pero los riesgos se han de tomar, porque el mayor peligro en ésta vida, es no arriesgar nada.

Porque el que nada arriesga, nada hace...,

nada tiene..., nada es...

Tal vez pueda ahorrar sufrimiento y dolor, pero a fin de cuentas no pueda aprender, ni sentir, ni cambiar, ni crecer, ni amar, ni vivir.

Encadenado por las certidumbres, será un esclavo, sacrificará el ser libre.

Solo arriesgando, se consagrará la libertad.

(Quién no se atreve a nada, que nada espere)

                                                                                                    c.e.

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